lunes, 24 de septiembre de 2012

LA CONFESIÓN CON DIOS Y NO CON EL SACERDOTE

LA CONFESIÓN CON DIOS

Por: Joel Adán Domínguez

Una de las mayores inconformidades del protestantismo es el sacramento de la confesión. Las inconformidades y palabrerías en contra de este sacramento, se deben a que en realidad nunca han comprendido lo que significa y lo que es. Vayamos pues a observar qué es lo que enseña la Iglesia sobre este magnífico sacramento de reconciliación con Dios. Pues, según los hermanos separados, la reconciliación con Dios resulta de una confesión directa con Él y no con los hombres, ¿Dónde viene eso en la Biblia?

¿Puede un Hombre Perdonar Los Pecados?

La respuesta es un rotundo no. Nadie ha dicho que un hombre pueda perdonar los pecados de otro hombre, sólo Dios puede perdonar los pecados (Mc 2,7), de la misma manera, podríamos preguntar: ¿Puede un hombre caminar sobre el agua? ¿Puede un hombre hacer milagros? ¿Puede un hombre arrojar demonios? ¿Puede un hombre resucitar muertos? En todas las preguntas la respuesta es no. La Iglesia Católica enseña que sólo Dios puede perdonar los pecados CIC. 1441, 589 y 1442.

Pero ¿Qué pasaría si Dios otorgara poder a un hombre para caminar sobre las aguas? Caminaría ¿Verdad? (Mt 14,25-29) ¿Si le diera potestad de arrojar demonios? Podría arrojarlos ¿Verdad? (Lc 10,17) (Hch 16,16-18) ¿Y hacer milagros y resucitar muertos? También (Hch 3,5-8) (Hch 9,36-41) Entonces ese hombre, con el poder que Dios le ha otorgado, tiene la facultad de hacer lo que Dios quiere que haga.

Pues de este modo, Jesús siendo Dios con potestad en la tierra, perdonaba los pecados de los hombres:

Mt 9,1-8… le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ¡ánimo! hijo, tus pecados te son perdonados… pues para que sepáis que el hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar los pecados, le dice entonces al paralítico: levántate, toma tu camilla y vete a casa, y al ver esto la gente temió y glorificó a Dios por haber dado tanto poder a los hombres. (Ver también Mc 2,5 -10).

Jesús, teniendo todo el poder de perdonar los pecados, otorgó esta potestad a sus discípulos. Jesús, una vez cumplido con nuestra redención va a donde están sus discípulos y les encomienda el perdón de los pecados, ya que al haber pagado nuestras deudas con un solo sacrificio no nos evita seguir siendo pecadores, es por tanto que el perdón de los pecados tenía que continuar, pues Jesús no limpia los pecados ni hace participar de la redención a los que no se arrepienten, por ende, los manda a la misión de perdonar los pecados del mundo, porque él pronto tenía que partir, y el perdonar los pecados es algo que solo él hacía porque es Dios (Lc 23,43).

Jn 20,21-23… Él les volvió a decir: La paz esté con ustedes. Así como el Padre me envió a mí, yo los envío a ustedes. Dicho esto sopló sobre ellos: reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retuviesen les serán retenidos.

Este poder otorgado por Jesús, no lo dio a todo el mundo, ni a todos los creyentes, sino a sus discípulos, y sus discípulos al encomendar presbíteros y obispos, les transmitieron este poder. Y para saber que pecados se deben perdonar y cuales retener un poco más para la verdadera conversión del creyente es necesario confesarlos, de eso no hay duda.

Los hermanos separados han querido dar otro sentido al texto de Jn 20,19-23 diciendo que esto se refiere a que los apóstoles iban a predicar, y al predicar los que se convertían eran perdonados de sus pecados. ¿Qué podemos concluir? Que aquí no habla nada en absoluto sobre la predicación, sino del perdón de los pecados, y para saber qué pecados se deben retener para posteriormente lograr una verdadera conversión, y cuales corresponde perdonar inmediatamente: es absolutamente necesario confesarlos. Si fuera como los hermanos separados lo interpretan, entonces cuando los apóstoles predicaban y alguien no se convertía, por lógica se retenía él solo sus pecados, no los apóstoles, pero Cristo dice: a quienes ustedes se los retuviesen les serán retenidos, ¿O podemos interpretar que no predicaban en ciertas regiones para retenerles los pecados? ¿Se dan cuenta de los problemas de lógica que surgen por querer contradecir algo tan claro?

Cuando uno asiste a la confesión, es en señal de arrepentimiento. El pecador busca la limpieza de sus pecados, y lo único que puede limpiarnos de nuestros pecados, es la sangre de Cristo. Muchos podrían decir que al momento de arrepentirse van directamente a Cristo para que los limpie de sus faltas, pero eso no está en la Biblia. Jesús sin duda encomendó esta manera de reconciliación a sus discípulos.

2 Co 5,18-20… y todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo, y nos encomendó el ministerio de la reconciliación. Nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros.  Os suplicamos en nombre de Cristo ¡Reconcíliense con Dios!

Lo que San Pablo nos habla es precisamente una invitación a la reconciliación con Dios, que se hace por medio de ellos, porque son embajadores de Cristo, no nos quería decir San Pablo que hiciéramos una profesión de fe aceptando a Cristo como nuestro Señor y Salvador para reconciliarnos con Dios, porque no les está hablando por primera vez a los corintios, sino por tercera ocasión,[1]  por lo cual en esta comunidad ya aceptaron que Jesús es su Salvador. Entonces hay que acudir con ellos para verdaderamente ser perdonados, porque Dios nos perdona por medio de ellos… (V 20). El ir directamente a Dios como dicen los hermanos separados es evadir esta orden, pero los mismos apóstoles Santiago y Juan nunca hablan de ir directamente a Dios sino a los hermanos en la fe, como en este caso los presbíteros y obispos que han recibido la encomienda y potestad apostólica (Hch 20,17-28) (1 Ped 5,1-10) (1 Tim 4,14) y por tanto administradores de este mandato del Señor (Jn 20,19-23).

Hch 14,23… constituyeron presbíteros en cada Iglesia, y después de ayunar y orar los encomendaron al Señor, en quien habían creído.

Stg 5,14-16… ¿Está alguno enfermo entre vosotros? llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él, y le unjan con óleo en el nombre del Señor, y la oración con fe salvará al enfermo, y si hubiera cometido pecado, le será perdonado, confesaos pues  vuestros pecados unos a otros.

1 Jn 1,9…si nos confesamos, él es justo y fiel y nos perdona los pecados…

Santiago menciona el ministerio que desempeña el presbítero, los hermanos separados citan muchas veces el versículo 16 aislado, y concluyen que nos debemos confesar con un hermano, no con un presbítero, pero si Santiago está hablando del oficio de los presbíteros, no podemos dejar los textos mutilados por nuestro interés, porque él nos manda a confesar los pecados, y por si fuera poco, un presbítero es también un hermano en la fe, y qué mejor que él que está preparado en estas cosas, para comprender lo que es el pecado y sus consecuencias. Aparte de la confesión, lo que nos hace participar del perdón de los pecados es primeramente el bautismo como lo menciona el apóstol Pedro en la primera predicación (Hch 2,38). Nótese que Pedro no predicó el aceptar a Jesús como tu Señor y Salvador para el perdón de los pecados, pues, sabemos que después del bautismo seguiremos siendo pecadores, y la manera de que nuestros pecados nos sean perdonados es la confesión. Muchas veces nos muestran los hermanos Hch 8,18-22, donde Pedro manda a un mago llamado Simón a arrepentirse y rogar a Dios para ver si le perdonaba sus malas intenciones. Los hermanos separados concluyen que esto quiere decir que si Pedro tuviera el poder para perdonarlo, lo hubiera hecho en ese instante confesándolo, pero lo que olvidan los hermanos separados, es que el mago era un pagano, y no tiene entrada en los sacramentos de la Iglesia aún, solo por el hecho de que no ha recibido el bautismo, que es el primero de todos los sacramentos y requisito indispensable para recibir los demás, mucho menos podría recibir la confesión, así que este texto, está muy fuera de lugar y no objeta nada en absoluto sobre la confesión de los pecados.

No recuerdo en que traducción de la Biblia lo leí, pero hace un tiempo, cuando acompañaba a un predicador católico, se me acercó un hermano separado muy fanatizado, anticatólico y fundamentalista, que en cuanto apenas le respondía un argumento me sacaba otro tema, y llegó a preguntarme: - ¿Dónde está la confesión en la Biblia? Y pues le contesté con Jn 21,19-23 y me quiso contradecir con el versículo de 1 Jn 1,9 pero en su Biblia decía así: si nos confesamos a él, él es fiel y justo y nos perdona… la verdad me quedé muy impresionado de esta traducción, pues cuando me dijo que leyera 1 Jn 1,9 pero en su Biblia,  supe el por qué, pues fue acomodada así para que los de su congregación fueran directamente a Dios. Roguemos a Dios para que perdone a quien manipula su palabra, a todo esto le mostré como dice en mi Biblia Católica. Si nos confesamos, él es fiel y justo y nos perdona… al final con lo que me salió, es que así está traducida mi Biblia porque es del demonio.

La razón por la que nos debemos confesar con el presbítero, es porque él ha recibido la sucesión apostólica por medio de la imposición de las manos, en la cual ha recibido la facultad de perdonar los pecados en nombre de Cristo Jesús, no a todos los fieles, pues recordemos que Jesús sólo dio esta orden a sus discípulos (Jn 20,21-23). Este es el principal motivo por el cual los pastores protestantes inculcan irse a confesar directamente con Dios en oración y no con un hermano, pues no tienen sucesión apostólica, por tanto no tienen potestad para perdonar los pecados en nombre de Cristo.

En realidad, lo que el apóstol San Juan menciona, es un resumen teológico de lo que enseña la Iglesia Católica sobre la confesión de los pecados y la remisión de los mismos, para esto vayamos a ver todo el texto.

1 Jn 1,7-2,2… si caminamos en luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado y nos purifica en toda justicia. Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos y en nosotros no hay verdad. Si nos confesamos, él es fiel y justo y nos perdona los pecados... Hijos míos, les escribo esto para que no pequéis, pero si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, Jesucristo el justo. Él es la víctima de propiciación por nuestros pecados…

Confesar nuestros pecados es estar en comunión con los hermanos de la Iglesia, pues todos acudimos a la confesión, inclusive los mismos sacerdotes, obispos y el Papa, que se confiesan con otro sacerdote, reconociendo que toda la Iglesia es una asamblea de pecadores. La confesión es participar de la Sangre de Cristo, que nos limpia de todo pecado.  Muchos hermanos creen que al hacer una profesión de fe, o sea, aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador, se nos derrama su sangre y nos limpia de todo pecado, (eso no viene en ningún lado en la Biblia), pero Juan en el siguiente versículo nos dice que es la confesión (v 9).

En ningún lado de la Biblia después de Cristo se habla de ir directamente a Dios. Es bueno primeramente pedir perdón directamente a Dios como lo hizo el publicano (Lc 18,9-14) eso es muestra de nuestro arrepentimiento, sin ignorar lo que Jesús instituyó después de su sacrificio y resurrección (Jn 20,19-23), he visto que los hermanos separados utilizan este texto de Lc 18,9-14 para querer contradecir la confesión, pero es muy diferente poner un ejemplo sobre la misericordia de Dios que dar una orden de reconciliar al mundo de esta manera. En el Antiguo Testamento se habla de ir a Dios (Is 55,7-8), aunque Isaías no habla nada de confesar los pecados, sino que nuestros pensamientos sean para Dios, y el sacar un texto del Antiguo Testamento para querer contradecir la confesión con un sacerdote (Sal 32,5) (Sal 51,3-6), es ignorar lo que Jesús quiso que sus discípulos hicieran después de su sacrificio por nuestros pecados. Inclusive, Dios perdonó a Isaías por medio de un ángel, no directamente (Is 6,6-7). Ya que estamos en el Antiguo Testamento no podemos olvidar lo que dice uno de los proverbios.

Prv 28,13. El que oculta sus pecados no prosperará, más el que los confiese y se convierta, obtendrá misericordia.

En todas las iglesias hay justos y pecadores, pero como nadie quiere aceptar que unos pecamos de una manera y otros de otra, no se confiesan por el qué dirán, pero el proverbio los delata.

Tampoco podemos olvidar que San Pablo otorgó el perdón en nombre de Cristo.

2 Co 2,10… a quien vosotros perdonéis, yo también le perdono, pues lo que yo perdoné, si algo he perdonado fue por vosotros en la presencia de Cristo Jesús…

Es cierto que todos los hombres somos pecadores, pero eso no es excusa para no confesarnos con un hombre pecador como nosotros; un sacerdote, así fuera el hombre más malo del mundo, tiene la facultad de perdonarte los pecados en nombre de Cristo, porque ha recibido este Don de la Iglesia (1 Tim 4,14) y la Iglesia lo recibió de Cristo mismo (Jn 20,19-23).

Así, aunque el confesor tenga muchísimos pecados que declarar, no por eso queda invalidado el sacramento al confesado, pues por ejemplo: un matrimonio civil no queda invalidado porque el notario sea un polígamo u homosexual. Ni un delincuente que se condena quedará libre de culpas porque el juez que lo condenó sea corrupto o consuma drogas. No porque los discípulos de Cristo recibieran la facultad de perdonar los pecados, hayan dejado de cometer pecados. Los hermanos separados citan:

Jr 17,5… maldito el hombre que confía en el hombre…

Y dicen por eso que no se debe confesar con un hombre, porque es confiarle los pecados a otro y por eso somos malditos. Pero ¿Por qué dejamos esto a medias como siempre? Pues un hermano que sea honesto sabe que esto no quiere decir nada en absoluto sobre la confesión, y mucho menos porque esto es del Antiguo Testamento. Sino más bien lo que quiere decir el texto es:

Jr 17,5… maldito el hombre que confía en el hombre y se aparta de la voluntad de Dios

No seamos orgullosos y reconozcamos nuestros pecados precisamente como es la voluntad de Dios, ante un hombre pecador como nosotros. El querer ir directamente a Dios demuestra orgullo al no reconocer los pecados ante los demás hermanos. Es muy fácil confesarse directamente con Dios porque a Dios no lo ves en presencia física y porque él ya sabe lo que hiciste antes de que te arrepientas, pero si tuvimos la desvergüenza de ofenderle, debemos también de tener la vergüenza de reconocernos pecadores de la manera que él quiere, pues nosotros no somos nadie para decirle cómo nos debe perdonar. Otra de las inconformidades sobre este sacramento aún entre católicos, es porque llegan a la conclusión de que un hombre no puede saber los pecados de las personas y por lo tanto no sabe si de verdad viene arrepentido el pecador. Pues bien, es precisamente por eso que se confiesan los pecados, y el sacerdote analiza la situación si es verdad que viene arrepentido, si en dado caso de que el confesado no venga arrepentido ya no es culpa del sacerdote, sino del confesado que comete más pecado todavía al abusar de una orden del Señor, a eso se le llama sacrilegio, pero esto tampoco es contradictorio a la orden de Jesús, puesto que la Iglesia siempre recomienda que las personas se acerquen con arrepentimiento a la confesión, sino que ni se acerquen, porque a pesar de que el sacerdote les perdone en nombre de Cristo, no sería válido el sacramento y sus pecados no quedarán borrados por haberlos ocultado.

¿Practicó  la  Iglesia  Primitiva  la  Confesión?

Desde luego que sí, la Iglesia primitiva entendió que esta es una orden muy clara. Pues con el bautismo somos partícipes de la redención de Cristo (Col 2,11-13), pero eso no quita que dejemos de ser pecadores, por lo tanto, reconocer nuestros pecados es ir con paso firme hacia la santidad (Lc 18,9-14).

Hch 19,18… muchos de los que habían creído, venían a confesar todo lo que habían hecho, bastantes de los que habían practicado la magia, juntaron sus libros y los quemaron en presencia de todos…

Este es el mejor ejemplo de que la confesión cristiana se hacía en la Iglesia, y no directamente a Dios.

Cuando en la Iglesia se reunían a “la fracción del pan” (Hch 2,42) examinaban su conciencia cada uno de los presentes, (1 Co 11,27-29) y de pie, se levantaban y decían sus pecados, entonces el presbítero u obispo presente absolvía los pecados de los reunidos. Esto era público como lo vemos en Hch 19,18, aunque también se hacía al oído, esto de confesar los pecados graves en público cambió en el siglo V, por la causa de resentimientos y represalias contra el pecador. Fueron los cristianos de Irlanda los que nos inculcaron el confesionario para hacerlo de la manera más privada. Nosotros traemos por tradición el hacerlo de las dos formas, antes de cada misa (Fracción del Pan), nos ponemos de pie todos y confesamos que somos una asamblea de pecadores, después de eso, pedimos misericordia al Dios Todopoderoso. Antes de comenzar el culto, todos puestos de pie decimos: - yo confieso, ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi grave culpa… después de eso, pedimos misericordia al Señor por nuestras faltas.

Las dos formas de practicar este sacramento de la Iglesia primitiva las seguimos conservando, pero lo mejor es estar cara a cara frente a un hermano como el presbítero, trae más gracia y más efecto a no seguir pecando de tal o cual forma.

Todo esto que escribo, no lo estoy inventando, pues es lo que dicen los mismos cristianos primitivos.

Didajé o Didaké,  año 60-90 d.C.

Cap. XIV… cuando os reuniéreis en el día del Señor, partid el pan, y para que el sacrificio sea puro dad gracias después de haber confesado vuestros pecados… empero todo aquel que tenga contiendas con sus hermanos que no se junte con vosotros hasta que no se reconcilie, a fin de que no se profane vuestro sacrificio…

San Clemente, obispo de Roma, año 90 “Epístola a los Corintios”

Cap. LVII… someteos a vuestros presbíteros y hacer penitencia de rodillas…

San Ignacio de Antioquia, año 107 d.C. “Epístola a los Filadelfos”

Cap. VIII, 1… Eso sí, a todos los que se arrepienten les perdona el Señor, a condición de que su arrepentimiento termine en la unidad de Dios y en el tribunal del Obispo.

Tertuliano, año 205 d.C.  “De Paenitentia”

Cap. IV…la penitencia es vida cuando antecede la muerte. Tú pecador, entrégate a esta penitencia y abrázala como el náufrago se abraza a una tabla, pues te levantará cuando estés hundido en un mar de pecados…

Cap. V… Esta segunda y única penitencia es una cosa tan seria y estricta que ha de probarse con toda diligencia, y así no ha de ser meramente algo surgido de la conciencia, sino que ha de ser administrada con algún acto exterior, a esto se le llama confesión, con la que reconocemos ante Dios nuestro pecado… postrándose ante los presbíteros y arrodillándose ante los que son amados por Dios, y encargue a los hermanos a que hagan oración intercediendo por él. Todo esto constituye la confesión… la misma condenación y acusación (propia) de la confesión es la absolución de los pecados, cuanto menos te perdones a ti mismo, más te perdonará Dios.

Orígenes, año 240 d.C.  “Homilía in Levítico”

Los que han oído las enseñanzas de la Iglesia dirán tal vez: los judíos se justifican más fácil sacrificando animales para el perdón de los pecados, mientras para nosotros hay una sola forma, otorgada al comienzo por la gracia del bautismo…pero hay todavía una más áspera y penosa que se cumple con la penitencia, cuando el pecador se baña en lágrimas y no le da vergüenza de confesar sus pecados al sacerdote del Señor, pidiéndole sanación.

San Cipriano, obispo de Cartago, año 250d.c.  “De Lapsis”

Cap. XV - XVII… antes de que hayan hecho la confesión de sus pecados, antes de que su conciencia haya sido purificada por el sacrificio con la mano del sacerdote, antes de aplacar la ofensa del Dios indignado… (Cipriano se refería a entregarse a la verdadera conversión otra vez y menciona el confesar los pecados)… el perdón viene de Dios, solo Dios perdona al pecador que le ha ofendido…

Nos damos cuenta después de estos testimonios, que el sacramento de la confesión cristiana, no es un invento del Concilio de Letrán en el año de 1215 como lo quieren hacer ver los hermanos separados, sino que en dicho concilio se establecieron definitivamente las formas como se había de administrar este sacramento.

Conclusión

La confesión cristiana fue instituida por Cristo con el propósito de la conversión con un perdón de Dios, todos somos pecadores después del bautismo, inclusive los hermanos evangélicos siguen siendo pecadores después de  aceptar a Jesús como su Salvador (momento de su conversión). Yo, después de mi conversión, seguí cometiendo faltas a Dios como todo el mundo, es por eso que todos procuramos renovarnos constantemente pidiendo perdón a Dios por medio de sus ministros. Cuando Dios sopla sobre un hombre le está dando la vida y la gracia de la misma, no es casualidad que Dios sólo sopló sobre Adán (Gn 2,7) y sobre los que habían de administrar el sacramento del perdón (Jn 20,22), esto con el propósito de hacer un hombre nuevo. Este sacramento es también un sacramento de Paz (Jn 20,21).  Alguien que vive con sus pecados retenidos sin confesarlos a alguien, vive cargando sus culpas y es un hombre que quieran o no, no puede vivir en paz pues se encuentra atado a sus pecados, al menos de que no tenga temor de Dios. Gracias a Dios por este ministerio en la Iglesia Católica, que nos ayuda a tener una mejor vida cristiana.

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“Las objeciones de la confesión no están en la Biblia sino en el orgullo.”

  P. Juan Rivas, director de “Hombre nuevo”

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“Al psicólogo le confiesas tus pecados, sin embargo, el psicólogo no te absuelve de tus culpas.”

P. Jorge Lóring, Jesuita Español

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“… Dicen los hermanos separados que se confiesan directamente con Dios, pero ¿Cómo sabes que Dios te perdona si dice Jn 20,23 que hay pecados que se pueden retener?”

Frank Morera, predicador católico de EWTN.


[1]Pablo escribió por lo menos tres cartas a los corintios, 1 Co 5,9.

Fuente: http://www.vacunadefe.com/Pages/confesion.aspx

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