miércoles, 1 de junio de 2011

03-jun-2011 Solemnidad del Corpus Christi

03-jun-2010

Solemnidad del Corpus Christi

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A fines del siglo xiii surgió en Lieja, Bélgica, un movimiento eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón, fundada en 1124 por el Obispo Albero. Este movimiento dio origen a varias tradiciones eucarísticas, como la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.

Santa Juliana de Mont Cornillón nació en Retines, cerca de Lieja, en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las religiosas agustinas; cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de la comunidad. Murió en abril 5 de 1258, en la casa de las religiosas cistercienses en Fosses, y fue enterrada en Villiers.

Desde joven, Juliana veneró hondamente al Santísimo Sacramento. Anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor, y su deseo se intensificó por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Juliana habló de ello con Roberto de Thorete, Obispo de Lieja; con el dominico Hugh, que fue cardenal legado de los Países Bajos, y con Jacques Pantaleón, más tarde Papa Urbano IV. El Obispo Roberto se impresionó y, como en ese tiempo los obispos tenían derecho a ordenar fiestas para sus diócesis, convocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año siguiente; al mismo tiempo, el Papa ordenó que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim, junto con algunas partes del oficio. El Pastor no vivió para ver la realización de su orden, pues murió en octubre 16 de 1246, pero la fiesta se celebró como dejó dispuesto, el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda Alemania.

El Papa Urbano IV tenía su corte en Orvieto, al norte de Roma. Cerca de allí se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo un célebre milagro eucarístico: un sacerdote celebraba la Santa Misa y dudó de la realidad de la Consagración; al momento de partir la Sagrada Forma, salió sangre de ella y empapó el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto, en junio 19 de 1264. Hoy se conservan los corporales –lienzos donde se apoyan el cáliz y la patena durante la Misa– en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.

Movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, el Pontifice extendió la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia, con la Bula Transiturus, en septiembre 08 del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando indulgencias a los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.

Luego, el Papa Urbano IV encargó un oficio a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice empezó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo.

La muerte de Urbano IV, en octubre 02 de 1264, poco después de la publicación del decreto, obstaculizó la difusión de la fiesta, pero Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el Concilio General de Viena (1311), ordenó de nuevo su adopción. En 1317 se promulgó una recopilación de leyes –por Juan XXII– y así se extendió la fiesta a toda la Iglesia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración, sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron comunes a partir del siglo XIV.

El Concilio de Trento declaró que, muy piadosa y religiosamente, fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre de que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable Sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. Así, los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Fuente: http://www.mariavision.com/liturgico.php

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